Volver a las berenjenas...

Jornada tras caminata hacia el centro del universo industrial,
donde las cuatros estaciones se disfrazan de pizza.

Vendiendo las moraduras de yemas infantiles,
en países extinguidos,
con forma artícife de zapatos .

Allí es fácil, vendes tus ovarios
a la prole de un gobierno
que licua los engendros
de la gente 
en un bienestar ficticio.
Qué razón tiene Jorge Riechmann,
volver a la floricultura,
alejarnos de la asesina transgisénia,
tener en una parcela la semilla exacta 
para hallar el sabor de las berenjenas,
escupir maíz
y que los niños vuelvan a ensuciarse de tierra las manos.

Pero vivimos en cárceles con tiendas,
abiertas a una galería comercial,
expuestas tartas de mermelada y tarjetas de plástico
entre sus reclamos

Vivo, mejor diría, subsisto...en la melancolía
de una revolución inversa,
donde si a mi gato lo criase
una máquina lo confundiría con su madre.

Navidades con hombres vestidos de rojo
y ofertas con purpurina que lamina la miseria de un endeudamiento,
luego la primavera florece en todos los pezones
en flor de almendro, para pasar de largo
a unas agónicas rebajas de sopor depilado
que han pasado hambre exactamente
tres meses. 
Hojas que caen del paro, flores de muerto y calabazas;
el tránsito para comenzar de nuevo en empresas temporales
con domingos trabajados pues vivimos, mejor dicho,
sin familia y sin credos,
para sin cesta comprar lotería al abasto
de un vicio que no es vida.

Así cinco años.

El ciclo antinatural del capitalismo
y sus cabezas de turco.



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