El sur de la brújula.

Cuando le conocí, pensé: menudo engreído,
un gallo real en la consola de una hortera.
Su pedantería en extremo, el puño vuelto de la muñeca
y el decálogo de poesíacursidigestionespesadas;
rogando a las deidades y al camarero
que fueran el coitus interruptus
de tanta palabrería orquestada.

Cuando le conocí. De rodillas frente a su sexo,
pienso como grano de gallina
en qué momento sus poemas
salivaron en mi mente
haciendo que las bragas volaran
y estriando el corazón
en un embutido
que a rodajas se servirá
en un cumpleaños de veinte críos
en la Ronda de Mijares.

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