Musarañas.

Con una sonrisa
una bendice el día tras el Fairy
y una lavadora que acaba
de desayunar estampados campo.

Sin Muso, se puede vivir, sí, resistir,

miras absorta los pechos
y ellos como anteojos yacen muertos.

Te sobrepones

con una mano que se posa sobre el vientre 
y un vacío evacuado
a la salida de emergencias del olvido.

Sin Muso, se puede resistir.


Con el abismo cierras los ojos

y no padeces nada.

Y respiras y él se ha ido.


Buscas en los cajones,

en las cartas jamás escritas,
en una montura de pasta
y hasta en una plato que no tuvo regreso.

Escarbas en el mueble arañando la madera,

te cuelgas por las cortinas y estiras tu cola, 
sin Muso como sin dueño,

i no passa res. 


Beberé hasta el colapso

leche de soja
para llenar el agujero.

Y como un alíen inofensivo

liberada de su cinismo
iniciaré la búsqueda para el re-tiro.

No tengo Muso.

Tampoco lo busco.

No se está mal sin él, una se siente más ligera,

adelgazas, abres boca al viento
y duermes sin ventilador.

Se fue, no lo eché.


Muso vuela, vuela.

Sobrevuela.

Qué no se acaba


el mundo.



II



Las Vegas, en un bar de moscas de carretera

entra una rubia descomunal,
allí un pobre Diablo
toma su tercera cerveza caliente.

Ella huele a jazmín,

le besa,
él acaba de ser abducido,
sin sangre
será el Muso.

Es la supervivencia.












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