Mi última mudanza.

Un viaje de dos meses,
de península a isla,
de islote a roca,
hasta la mesura
del dedo del pié
sobre área.

Argonauta
sin coche
con las pertenencias
en casa de un avaro.

Despojo
he sido, una babosa
durante dos meses estivales.


Hoy con la firme decisión
hallé mi caracola
por sombrero.

Una casa, jo dermatitis,
no vale un amor.

Lo que suponía una inversión
ha supuesto una sulfurosa fatiga.

Ser un iceberg
a punto de gota
de lavabo.

Hoy
soy feliz.

Y constato
en este contrato de vida
que ni mi terapéutica
ni el plagio del mejor amigo
me abrieron las puertas de los cielos.

Ya tengo mi hueco.
Mi huevo.

Ya soy una caracol.










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