La búsqueda de la trilogía arbitraria

I

Dónde estarán
las pastillas de Heno de Pravia
que huían espantadas 
y olían al abuelo.

Dónde el café con vaso
que a veces mi madre servía
con poso azucarado
y era una fiesta por la mañana.

Dónde.

El pan rallado de la abuela, el campo muerto bajo el asfalto
de juegos bélicos infantiles que fueron sepultados
por fincas de siete pisos..

      II

Cuando conocí a ese hombre
sabía que era
como una selva llena de lanas
que me atraparían
como las esencias caras
de los perfumes de contrabando
o aduana de aeropuerto.

De su cuello llevaba un cartel:
Do not touch danger of infatuation.

Y aún así, quedé electrocutada
y del  alambre;
mis manos, pechos, sexo, espalda
quedaron heridas
por cada una de sus cualidades.

Sabía que era la puerta del Cabaret Infierno,
se parecía demasiado a Onássis 
y lo más seguro
acabaría yo en una caja de zapatos
en un Chez Loin parisino.


III

Las galletas mojadas en leche
capturadas por cucharilla de alpaca,
las tardes en tumbonas
que nunca abonábamos

Y pipas, muchas pipas, 
propulsión aérea de tardes de verano.

¿Dónde está el amor?

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