Vamos a contar verdades.

Esclavo de la mente
un día te maldije en poemas
que haría a desdén con tu hombría.

He decidido abrir las cerraduras
para que vuele tu imagen de mi cabeza.

Somos libres.

Ya no volverá
la mazmorra de mis palabras
a ofenderte.

Vuela galán a copas erguidas
sintiendo el aire fresco del abandono,
de unos besos inventados y cuerpos cavernas
donde yo, también fui lacaya
de la incomprensión
de tu partida.

II

Ahora que soy feliz
y que el mareo del transatlántico
ha remitido.

Sonrisa alada
de medianoche

III

Podré cambiar de cuerpo,
mudar de talle,
tener mil espejos el nombre.

Reencarnarme en la luna
adhesiva a todos los escaparates,
a los ojos que se miran en los lentes
y resistir hasta en mi quema
que nunca encontraré un alma como la tuya.

Siglo más o menos,
quizás no entraba en los planes
o no era el momento.

Lo único que puedo decir
que he aprendido muchas cosas contigo,
que no luchaste contra mí
aniquilando la soberbia,
haciendo que el ego felino
fuese una alfombra de anticuario,
la salvación de Hades.

Estoy como los sombreros
encima de los maniquíes,
en paz,
posiblemente un día
cuando un planeta
luzca en un anillo compromiso,
engarzado
y perdones
mi arrogancia egoísta
que no supo ver tu dolor,
en cada una de la lágrimas
de tu silencio.

Bendiciones.


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