Tiras piedras a un cristal.

Y este silencio,
esta resignada postal,
mendicidad
de ver la playa en la montaña.

Cuando no escribes eres

el poema ciego de la base piramidal

y debo luchar

contra el escuadrón de la muerte,
el bombardeo de una guerra física
páramo llamarte a cada golpe de cabina
que cruce en la vía,
de escupir tu nombre
al beber de las fuentes,
de escribir cartas
para buzones sin sexo.

Cuando desapareces tras la nebulosa

y nada puede ser escultura de tu indeterminación,
me entristezco
como las jaulas
que se quedan sin pájaros,
sin pájaros
que se mueren de sed
y desaparece la luz
de una caja de zapatos,
palacio de gusanos de seda
y sus orificios.

Como ansío que esta preñez de ti

se extinga
en imperios, en botones perdidos de chaqueta,
se ahogue en tierra como río seco.

Desbloquea

que no cometí más crimen que el volver la vista atrás
antes de cruzar el Teseo.

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