Bóvedas y arcos de medio punto.

Una ráfaga de buches hambrientos,
las voces de dentro de las cajas de cerillas
que hablan a través de las películas.

Capa a capa,
como una cebolla,
el esmalte de uñas,
la piel de los calamares.

La lágrima estricta
de haber lanzado por la borda
una botella de ginebra
de tres meses de tratamiento de psicoterapia.

El trasnochar dos noches consecutivas
y tener a mi hermano mayor
custodiando la cama,
trabando las sábanas, la colcha estomacal
y engullir para trasformarme en una ninfa
con votos de castidad.

Ahora sin ti muso,
fuera de mí,
con la apertura sexual de mi ventana ánimo
para que tu ala volara,
hueca 
como los aros de los mercadillos,
como los aros de los circos atravesados por mamíferos,
ahora con este aro cero, acero cobre cobra
que circunda mis pechos.

Sin ti, muso,
que me queda
más que vacío,

el mismo
que ocupa los asientos
de cien coches sitiados
en un centro comercial.

V-a-c-u-o-s.

Mientras la gente
compra sueños.


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