BEATA Y MONEATO.

 I

La suerte de no tener nada
es que nadie
me tiene, por suerte,
materializada.

 II

Ding, dong.

Erase un clerical pastor: Fray Lancelot,
que a falta de campana.

Ding, dong.
Ding, dong.
Ding, dong.

Iba por los pueblos féminos,
tiritetero
con una guitarra.

Fray Lancelot
movía la campanilla de su garganta
y él, en estado apocalítico,
pensaba que eran las del Va ti Cano.

III

Sí, era el hombre
con la casulla más bien tejida del jardín de las reliquias,

Cuídela, buen hermano,
que el agua encoge los sentimientos.

Y ahora en libertad condicional
hasta los amores eternos
se olvidan.

IV

Oh.

Salve nuestra ánima
del purgatorio,
sé a donde voy,
mis raíces,
mi mayor riqueza:
dos running de rebajas...

Baja del sagrario,
incienso rancio.

No deseo ser del hit paradise
de las bollerías y sus piedras.

Suelta la tuya

no estás libre de pecado.

Culpable los dos.

Te guste o no.

Sapiendo cual es mi sino

y se encuentra
lejos del tuyo.

V

Si tu autoestima
precisa
creer.

Cree.

Es la fe.

Y la felicidad
del ahorcado.

VI

Y ahora
se nos mete a asceta
con ese halo de Ramón Llull,
pero implacable en sus letanías
de Vicens Ferrer,
que en Mallorca,
precursor del turismo en masas,
hizo su agosto.

Desde el púlpito cefalópodo
me señala con su dedo de oro y diamantes:

Cien latigazos
más escarnio público.

¿Le parece su señoría
suficiente?

Ya no quiero guerras,
se apareció una divinidad
mientras tendía la ropa.

Quedé absuelta
y pido limosna en la puerta de los supermercados.

Santo Grial.
caballero de la mesa cuadrada,
aún le faltan cinco pecados capitales.

Vamos.
Le aguardo
como feligresa arrepentida,
pródiga e ignorante.

Prosiga precoz Fray Lancelot
con su eyeculación poética.





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