SU LLUVIA ME MOLA. BITÁCORA DE TOLEDO I

Las casas de muñecas
tiene niñas que miran
al horizonte.

Esperamos la lluvia,
la lluvia que nos devuelva los besos maternos,
la lluvia de un palabra de honor,
la, la, la, la, la...

Llueve.

Los abrazos
y los edificios con piernas
en una carrera a la estación
que siempre devuelve al mismo sitio
en su ciclo de ser absorbido por el sol
y versado a las arcillas.

La lluvia que moja
que ama la ropa,
lubrifica las aberturas
de botones flores.

La,la,la,la...

No la oyes como nos habla, palabras metidas en tarros de azúcar moreno,
en la paredes pintadas en tres alturas del cielo,
llueve Eva.
LluEva.

Gracias por tu hospitalidad,
nunca imaginé alguien tan diferente a mí,
pudiese tener un común mirar con ese prisma de arco,
iris de las que perdemos a trozos las prendas
en el juego de la lluvia.

Trémula en un sofá albino,
te aproximaste y me cubriste con una manta.

Signo equívoco
de los que tomamos café
con el abandono lloviendo en la córnea.

Madres sin manual de instrucciones
que nos enseñaron a ser hombres.

Y a llover sin esperar
la lluvia.

La,la,la,la,la...

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