DE VENTANA A VENTANA.

Las fachadas son bellas, 
pero de sus superficies
lo que más me convence son sus interiores.

A través de las epidermis acrílicas,
una descubre la cara oculta de galerías,
que un fotógrafo dibuja en distintas tramas,
balcones repletos de enseres,
otros de ventanas rotas
y siempre alguno acicalado
como  un novio en la entrada,
del aseo de su chica en una discoteca
sosteniendo dos copas y un bolso.

En ruina y alborotos
con la personalidad real del ser urbano.

Si estoy en la calle lluviosa, todos somos de la misma comuna,
sin embargo, en sus patios es donde de verdad hallo 
que las interfachadas son grietas más bellas.

Así es la naturaleza de las ciudades,
racistas por fuera con sus normas ediles
y libres y corruptas en su circulación sanguínea.

Vivir en el núcleo de la anarquía
y no de puertas hacia afuera,
mientras se mojan las imágenes sin movimiento
de un tren parado.

Más bellas.

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